Cuando se experimenta un encuentro personal con Cristo, nuestra inteligencia se abre al amor. Lo que antes era incompatible, fe y razón, hoy llevan a la perfección de la inteligencia. El mismo Cristo lo ha querido así. Al donarse día a día en el sacrificio eucarístico. Alimenta nuestra inteligencia, perfeccionándola aun mas y abriendo nuestro corazón a las mociones del Espíritu Santo...
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